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La misma historia una y otra vez

Una y otra vez se repite el mismo cuento en los cerros de Chile que cuentan accesos simples y acercamientos breves: los rayados en las rocas. Esta vez fue el turno del cerro Alto Las Vizcachas, de 1.871 mts., uno de los cerros más visitados de la Sierra de Ramón, en la comuna de Las Condes, Santiago. Es un hermoso mirador de los contrafuertes cordilleranos, como los cerros Provincia (2.750), morro Tambor (2.880) y el San Ramón, la mayor altura, con 3.253 mts de altitud, además de ofrecer una vista privilegiada del valle de Santiago.

Los accesos más próximos a este cerro son por el sector de La Plaza, más al sur de la entrada de San Carlos de Apoquindo, lugar que es administrado por Parque Cordillera y cobran por entrar, pero además existe otra también más al sur denominada comúnmente como El Remanso, donde actualmente hay un portón y en ocasiones se instala una persona con apenas una mesa y cobran entrada al mismo valor de la mencionada anteriormente, sin contar con ningún tipo de equipamiento en el área de entrada. Pero ese es otro tema.

Retomando lo anterior, llama la atención la dedicación, esfuerzo y tiempo dediccados por la “gente” que realizó los últimos rayados en el ascenso al Vizcachas, porque fueron marcadas centenares de rocas, incluso las más pequeñas que estaban en el sendero (vean la galería). Fue un trabajo arduo, hay que reconocérselo a esta “gente”.  Pero, siendo serios: ¿Cuál es el objetivo o sentido de hacer daño por gusto? ¿de verdad esta “gente” cree que lo que hacen es un aporte? Si toman fotos a sus “obras” y luego las suben a sus redes, ¿se llenarán de likes y caritas contentas por la gracia que hicieron? Y, lo que es peor, ¿se enorgullecerán por ello, tipo, compartan?

¿Son o se hacen? Siendo generoso y aprovechando que estoy de buen humor, creo que un poco de ambas.

Creí que los rayados se limitaban en gran parte a los muros de la ciudad, sobre todo en el centro y alrededores de Santiago y en otras grandes urbes fuera de la capital, pero vemos con tristeza e indignación que la mala educación y bajeza de algunos genera daños innecesarios en lugares donde precisamente lo que busca la mayoría de la gente es alejarse y olvidarse por un breve instante —fuera de la actividad física— de estos malos hábitos y ver desde cierta lejanía, que todavía quedan espacios que abren un corto pero necesario paréntesis de quietud de dónde venimos. O, más bien, desde dónde subimos.

 

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Cerro Carbón: el costo de la cercanía.

Vista del cerro Carbón desde el primer mirador del cerro Los Gemelos, parque metropolitano – San Cristóbal

Cerro El Carbón – 1.365 mts.

El cerro Carbón —que separa las comunas de Providencia, Vitacura y Huechuraba— y cuyo ascenso comienza justo en el sector de la Pirámide —Américo Vespucio con Santa María—, complejo trébol y nudo vial que lo divide del cerro San Cristóbal hacia el surponiente, es un clásico e imperdible breve ascenso que ofrece hermosas vistas de Santiago en todas sus direcciones, además de clásicos de la zona central, como El Plomo y la Sierra de Ramón. Si bien pertenece al Parque Metropolitano —continuación hacia el norte desde La Pirámide—, fuera de una nueva señalética, algunos restos de árboles plantados en un comienzo  y unos baños en desuso, no existe control ni menos mantenimiento de sus caminos y laderas (desconozco si hay planes de mejoramiento o de integración con el existente).

En el sitio de Parquemet aparece un link que carga la siguiente página: en ésta no hay mayor información fuera de unos perfiles y tips de ascenso, tiempos y otros, pero de otra institución. Aparte de la noticia de una nueva señalética (2021), no encontré info relevante de caminos u otros.

Vista de la Sierra de Ramón desde el cerro Carbón, con su sombra proyectada en horas de la tarde.

Volvamos al cerro: aunque erosionado en sus rutas, recibe cientos de visitas cada semana, convirtiéndola en una excelente opción para iniciarse en el senderismo, pues cuenta, entre otros atractivos, con una gran terraza-mirador que se alcanza tras unos 25-30 min de caminata, ideal para gente que comienza a dar sus primeros pasos.

Deporte y entretención

También puede ser una gran arena de entrenamiento, pues sus laderas —siendo breves en longitud— cuenta con pendientes sostenidas, convirtiéndolas así en una buena forma de entrenar e ir superando desafíos personales. Si revisamos las cifras, desde uno de los inicios del recorrido (rotonda, a un costado del colegio Saint George), son aprox. 4,2 kms hasta la cumbre, cubriendo cerca de 690 mts. de desnivel.

Los tiempos de ascenso son relativos, pues hay “máquinas” que en 30 minutos —o quizás menos— ya están arriba, alegan por lo lento que subieron y se devuelven corriendo porque tienen que ir a pintar la casa, mientras que para otros mortales les puede tomar varias horas, disfrutando cada paso relajadamente en el cerro.

Vista desde la cumbre del Carbón hacia el cerro Manquehue en otoño e invierno.

Por lo mismo, es frecuente ver a gente de un amplio rango de edades subiendo pesadamente cada día —muchos niños diciendo presente—, no necesariamente hasta su punto más alto, pero seguro como un avance para ir “tomándole” el gustito a las caminatas. Creo que no es algo menor y es digno de destacar dado que los niveles de sedentarismo en el país han ido creciendo de forma alarmante.

Personalmente me llamó la atención la cantidad de gente que subía incluso a diario durante los meses post encierro de las cuarentenas por COVID durante 2020 (el autor de esta nota fue uno de ellos que cumplió no sin gran esfuerzo). Sin duda el hecho de permanecer tanto tiempo sin poder practicar actividad física prolongada ni poder asistir a gimnasios u otros, por ejemplo, a causa de los riesgos de contagio, aforos limitados, etc., fueron gatillantes importantes al momento de tomar la decisión de comenzar a realizar ascensos. Tal vez algunos de ellos dejaron de salir al cerro, pero no creo equivocarme que muchos continuaron.

Vista al surponiente de Santiago desde la cumbre del Carbón.

Desde la cumbre del Carbón y hacia el oriente, existe un amplio filo que conduce directamente a la arista poniente del cerro Manquehue, 1.650 mts, su hermano mayor, a través de una escarpada ladera, o bien por un definido sendero que tuerce levemente hacia el norte y que se une a la vía que asciende desde Los Trapenses, ya en la comuna de Lo Barnechea.

Algunas águilas y, en ocasiones, algunos pocos cóndores se dejan apreciar de vez en cuando desde la cumbre, siendo las primeras bastante frecuentes de ver cuando desde cotas menores toman las corrientes ascendentes y suben trazando una espiral relajadamente, sin batir una sola pluma.

El problema de siempre

Pero —y este es uno de los objetivos principales del artículo—, también el acercamiento de la gente en grandes masas a estas zonas ha traído consigo los mismos problemas que aquejan en general a los ambientes naturales: la basura, la suciedad y los rayados. Este útimo punto es cada vez más lamentable, si no —entre otros— vean lo que ocurrió hace poco con la cúpula del Museo de Bellas Artes.

Cáscaras de frutas, huevos, envases de gel energéticos (los “deportistas”), colillas de cigarro, ahora se agregaron mascarillas y por supuesto papel higiénico —entre otros varios— son ejemplos cada vez más frecuentes del camino y sus entornos. Muchos atribuyen estas acciones a poca educación al aire libre precisamente por la falta de experiencia en terreno, pero la verdad pienso que eso ya no es excusa ni justificativo alguno hoy en día (menos rayar las rocas). De hecho, hay gente con gran experiencia que insiste en dejar papeles higiénicos cubiertos parcialmente por una piedra, negando por supuesto alguna responsabilidad.

Basura frecuente a un costado de los baños en desuso (no pasa el camión recolector); y rayados en la cumbre.

A pesar de ser medianamente boscoso —típico de la zona central— hay quienes insisten en hacer fogatas, cortando ramas de los árboles alrededor, con el consiguiente riesgo de provocar lógicamente incendios, pues se trata de árboles que han ido secándose gradual pero sostenidamente debido a la ausencia de lluvias y el “pasto” amarillo perdura incluso en pleno invierno. Sin ir mas lejos, en la cumbre del cerro Manquehe es frecuente encontrar restos de fogatas recientes, alimentados con madera de los ya maltrechos árboles que sufren con los cortes e incluso con el aporte de algunas bancas y señalética que existieron alguna vez.

Rayados en la cumbre del cerro Manquehue.

¿Consecuencias?

¿Qué podría ocurrir? No lo sé, pero no sería extraño que acabe por cerrarse el acceso y que alguna institución cobre por ingresar y así hacer manejo de los residuos de los “visitantes”.

¿Es esa la solución? Claro que no, pero si no hay cambios en el comportamiento y educación de alguna gente, cada vez van a existir más restricciones para ingresar a áreas naturales que siempre estuvieron abiertas.

Lo más probable es que—al pertenecer a Parque Metropolitano—, no lo cierren, pero tengan la seguridad que, si no hay cambios en los hábitos de quiénes dicen apreciar y disfrutar la naturaleza, pronto este hermoso y cercano cerro se convertirá en un triste recuerdo para todos los que realmente lo cuidamos.

*No he olvidado el penosamente conocido asunto de los asaltos en el cerro, a plena luz de día, pero ese será motivo de una nueva nota.

© Texto y fotografías: Adolfo Dell´Orto S. @expe_andescontact

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